¿Sobreoferta de camas turísticas?

Durante el 2011 nos encontramos frecuentemente con la afirmación de que “Gran Canaria tiene una sobreoferta de camas turísticas”. ¿Es correcta esta afirmación, así, sin más? Desde el punto de vista económico una “sobreoferta” implica un desequilibrio entre la demanda y la oferta, en el sentido de que no habría suficiente demanda en el mercado para ocupar la oferta de camas. ¿Realmente es este el caso actual de Gran Canaria?

Gran Canaria padeció una sobreoferta (puntual) de camas en el año 1988, cuando entre 1985 y 1988 entraron nuevas camas turísticas en el mercado con mucha más rapidez con la que crecía la demanda. A pesar de registrarse en dichos años unos importantes aumentos de visitantes a Gran Canaria (1986:+14%; 1987:+20% de visitantes), la isla aumentó sus capacidades alojativas en un 35% entre 1985 y 1988 (de 103.000 a 139.000 camas), las cuales necesitaban encontrar su posicionamiento en el mercado. Se había producido una sobreoferta (puntual) de camas turísticas, que es una de las típicas características de un desequilibrio de tipo estructural. A ello se sumaban otras cuestiones como la subida de precios de los gastos extra en destino (apreciación de la peseta, inflación) y una mayor concienciación ecológica del turista, que en su conjunto produjeron la crisis turística más importante del destino habida hasta entonces (“crisis de desaceleración de 1988-91”). La nueva oferta de camas necesitó un tiempo para ser asimilada por el mercado y a esta crisis le siguió posteriormente una década de progresivo aumento de visitantes extranjeros a Gran Canaria (1991: 1,89mill. / 1999: 3,14mill.).

Sin embargo, en la actualidad la situación es muy diferente. Si bien se le pueden atribuir algunos matices estructurales a la situación (ventaja de precios de competidores internacionales por diferentes costes laborales,..), estamos principalmente ante una situación de envejecimiento, propia del periodo de madurez de un destino y fundamentada en el envejecimiento de la planta alojativa, de las infraestructuras turísticas y de algunos conceptos vacacionales. No hay una falta de demanda, pues mientras una parte de la oferta alojativa tiene medias de ocupación anuales superiores al 90%, hay otra parte que no consigue una ocupación que rentabilice su negocio; mientras unos núcleos turísticos con infraestructuras nuevas gozan de plena ocupación, a otros núcleos antiguos ya les cuesta competir. Esto no es una sobreoferta de camas, es una excesiva oferta de camas obsoletas, que es algo diferente. El primer término implica un desequilibrio entre demanda y oferta (que afecta a la oferta de forma global), mientras que el segundo término implica el envejecimiento de una parte de la oferta (sin que exista una recesión en la demanda global por el producto “cama turística en Gran Canaria”).

Desde hace ya una década las camas obsoletas son expulsadas sin piedad del mercado, a nivel progresivo, pues el mismo proceso de residencialización de un núcleo tiene un efecto multiplicador de la expulsión de camas turísticas (por las incompatibilidades de “turístico” y “residencial”). En la última década han sido expulsadas más de 30.000 camas extrahoteleras (en 1999 Gran Canaria tenía 108.000; en la actualidad tiene unas 74.000). La capacidad alojativa total del destino ha pasado de unas 150.000 camas a tener menos de 130.000. El “ni una cama menos” proclamado por la moratoria a principios de los 2000 ha pasado a ser un “muchas camas menos”. Sin embargo, si la cama obsoleta (y sus alrededores) estuviese renovada, muy probablemente tendría demanda. Hemos visto en los complejos que se han atrevido a renovar en Playa del Inglés en los últimos años que ahora gozan de mayores ocupaciones, pudiendo aumentar los precios la mayoría de ellos o, al menos, logrando mantenerse en los catálogos de los touroperadores. No debemos olvidar la importante entrada a nivel internacional de una oferta alojativa moderna y adaptada a las expectativas vacacionales actuales, tanto en el “hardware” (resorts con modernas instalaciones,..) como en el “software” (dotación de servicios, oferta de ocio,..) de tal manera, que el turista tiene donde elegir.

En conclusión, Gran Canaria no tiene una sobreoferta de camas,  sino que una parte de su oferta ha envejecido de tal manera que no encuentra mercado. La difícil labor es actualizarla de manera que esas camas vuelvan a encontrar su demanda. Ante el fracaso del lema “ni una cama más” de la primera década del 2000, el lema de esta segunda década debería ser “ni una cama menos”, pues el destino pierde plazas turísticas de forma acelerada y, con ellas, los puestos de trabajo que representan esas plazas.


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